“Jugaba Playstation cuando la tía Tea irrumpió en mi pieza.
Con su voz telúrica de abuela longeva, me preguntó: ¿Cómo sabes cuándo una historia no termina bien?
- Fácil, cuando termina mal - le respondí con poca concentración y negra satisfacción.
- Es más sofisticado que eso, Camilo... - hizo tronar los dedos de la mano izquierda - Contar una historia infeliz requiere de más detalle. Una historia infeliz pasa a convertirse en un relato largo, porque no quieres llegar con velocidad al acabado imperfecto.
Acto seguido me cacheteó con la mano en cuestión.
En la pantalla de mi televisor ya aparecía el "Game Over", y la tía Tea increpaba mis acciones beneplácitas hacia el mundo.
Traté de explicarle, sin gracia, esa ambición sana que resulta dificil de encontrar en los tiempos del cólera. De las competencias aserruchadoras y lo malo que se ponía el globo con los años. La resistencia era poca, el idealismo menor, pero aún así allí estaba. Que no me había dejado vencer ni entregado al conformismo.
- Crítico del sistema - rió.
- Mira quién habla... - le solté de vuelta.
Y luego de unas horas ambos recordamos que hubo quienes se preguntaban cuánto demoraría el mundo en volver a hablar de amor. Nunca - nos contestamos. Nunca dejamos de hablar del amor. Era una esperanza que podía pasar de hojalata a la magia en cuestión de un ciclo. Nuestro idealismo.
¿Era tan irrelevante y poco político hablar de él?.”
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El texto y el dibujo (que finalmente quedaría en los títulos del corto, pero esa es otra historia) que dieron el puntapié inicial a esta aventura llamada Nunca...
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Este texto, desencadenado a través de la tesis: “nunca dejamos de hablar de amor” fue el impulso que me llevó a querer trabajar la idea de un fondo sobre una forma. Si bien, el amor abarca una de las grandes incógnitas respecto a su actuar en los distintos tipos de personas, resulta innegable que su presencia nos afecta de alguna manera.
A través de Sofía, quería dar a conocer mi visión particular del discutible concepto. Sin ser espiritual ni muy dogmático, mostrar al amor como algo poderoso que trasciende más allá de la muerte y como lo máximo que resulta alcanzar en vida. El vivir para amar; ¿Por qué vivimos?, para amar.
Si existen dos cosas en las que creo, éstas son la magia y en el amor. Curiosamente, son perfectamente compatibles. Es muy probable de que se ame de distinta forma a una persona de otra. Parte de ser individuos, supongo. Pero es aquel complemento necesario el que motiva a seguir viviéndolo y justifica el seguir encantándose tras experimentarlo. Que nunca resulta demasiado tarde enamorarse. Que puede dar pie a diversidades en su forma y mantener el fondo. Y que podemos amar más de una vez en la vida.
Es cierto, soy un tipo idealista y sumamente soñador, pero es esa parte la que motiva a estar de pie cada día y no haberme rendido. La gran razón por la que estamos aquí (una pregunta menos para el vestíbulo celestial, si existe tal cosa).
Y hace preguntarme, ¿qué es el amor para ti?
Es vida. Una batería necesaria en este continuo viaje lleno de obstáculos y consecuencias.